miércoles, 28 de febrero de 2018

¿Qué es el carnaval?

Según un diccionario, el carnaval es una fiesta popular que se celebra en los días anteriores a la cuaresma, con mascaradas, bailes, comparsas, etc. Como siempre, una definición demasiado usada.

Otra definición sería: es la fiesta más popular y alegre que existe, donde todo está permitido, todo vale. Dice la leyenda que por ese motivo se usan las máscaras, por razones obvias. Pero no sólo caretas y antifaces, también la gente se disfraza. Para muchos, esos cambios en la apariencia son proyecciones de lo que les gustaría ser: ángel, demonio, animales, mujer, payaso, indio apache o dibujo animado, etc.. Y esos enmascarados cantan, bailan y se entregan a los placeres de la diversión, incluso a veces de forma descontrolada.

En esos días de celebración popular se engalanan las calles, las fachadas de las casas, de los edificios y las plazas, con adornos multicolores y por donde quiera estallan los fuegos artificiales. Hay desfiles de carros alegóricos (carrozas) y comparsas, que son gente que se reúnen espontáneamente a representar escenas graciosas, pícaras y satíricas, o son agrupaciones más profesionales usando las artes del diseño de vestuario, la coreografía, etc. Pero lo principal es que se respira aire de fiesta, de alegría. Los bastiones fundamentales de un carnaval son la risa, la diversión, la música, el baile y la abundante comida y bebida. ¿Pero cómo se creó ese concepto, esa forma de fiesta popular? ¿Cuál es su historia? Aquí nos detendremos poco, ya que esto se puede hallar en una fácil búsqueda en Internet. Según muchos entendidos, el origen del carnaval se remonta a la antigüedad y existen algunas evidencias de que el pueblo sumerio ya realizaba este tipo de festejos hace 5.000 años. También puede decirse que sus raíces están en las fiestas paganas que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. En opinión de los historiadores, después se expandió esta costumbre por toda Europa y los navegantes españoles y portugueses, a partir del siglo XV, la llevaron a América. Ya en estas tierras se fusionaron con las antiguas celebraciones andinas y las de origen africano, que trajeron consigo los negros esclavos. A comienzos de la Edad Media, la Iglesia Católica propuso una etimología de carnaval: del latín vulgar carne-levare, que significa “abandonar la carne”. La intención era despedirse de comer carne y de evitar vivir licenciosamente durante el tiempo de cuaresma. Por ello se realizaban los carnavales (antruejos o carnestolendas, como también se les denominaba) en los días previos al Miércoles de Ceniza. ¿Objetivo? Ya lo dijimos, que el pueblo hiciera catarsis para que entrara “más preparado” al período de cuarentena destinado a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, más oraciones, penitencias, etc. Desde esos tiempos el carnaval se convirtió en algo fundamental para la salud mental, emocional y espiritual de los pueblos. Sin embargo, poco se ha estudiado de esa celebración en comparación con la importancia que tiene. ¿Por qué? Bastante, por la mirada estrecha del carácter popular y del folclor salida de los pre-románticos y románticos, que minimizaron el humor del pueblo, la fiesta pública. Más tarde, muchos de los especialistas también le dieron la espalda a esos estudios a causa del mismo menosprecio. Claro, ayuda que el carnaval no es una forma puramente artística y por ende no pertenece al dominio “elitista” de las Artes. En otras palabras, no es tan merecedora de investigaciones, estudios, profundizaciones y menos de escribir su real historia, enmarcada en la Historia del Humor y la Risa. El carnaval es presentado con algunos elementos característicos del juego y el arte (recordar que el placer humorístico, el lúdico y el estético son casi idénticos). Esta fiesta ignora la clasificación de “actores” y “espectadores”, porque los espectadores no asisten a estas festividades, ni actúan en ellas, sino que lo viven. Durante el carnaval no hay otra vida que la del carnaval. Es imposible escapar de él, porque no tiene fronteras espaciales. “La fiesta solo puede vivir según sus propias leyes, las leyes de la Libertad”, nos dice el crítico literario, teórico y filósofo ruso, Mijail Bajtin, en su libro “La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento”, del cual nos hemos hecho adictos. Los bufones y payasos eran los personajes característicos de la cultura cómica de la Edad Media. Ellos no eran actores de una obra, ellos seguían siendo bufones y payasos en todas las circunstancias de sus vidas. Llevaban una vida ambivalente. Se situaban entre la frontera de la vida y el arte. Y eso es lo que hacen los asistentes al carnaval, cuando se disfrazan, cuando se ponen máscaras y se entregan a la diversión desenfrenada (quizás por el poco tiempo que les dura el permiso para hacerlo.) Sin dudas, los carnavales son una forma primordial determinante de la civilización humana. Sin restarle importancia a la necesidad biológica del descanso a causa del período del trabajo cotidiano, creemos más en la preponderancia de otra necesidad: la de penetrar en el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad y de la abundancia. En esa necesidad de catarsis creemos. En esa necesidad de abolir provisionalmente las jerarquías y sus relaciones, los privilegios, las reglas y los tabúes. ¿Qué es el carnaval? Una importante característica del humor carnavalesco es que se burla de los mismos burladores. Tiene un carácter utópico y dirigido contra toda concepción de superioridad. Humor por contraposición como correctivo popular de la gravedad de las pretensiones espirituales, como el bufón frente al ceremonial hiperserio, así mismo es el de los carnavales con relación a la cuaresma. En la actualidad sería como contraposición de la supervivencia económica, el estrés de la vida moderna, la solemnidad de las instituciones, la gravedad de los dogmas y de las exigencias que nos aplastan, etc. No hay que añadir nada más para entender la importancia del carnaval para un pueblo. Sin embargo, nos encontramos con sociedades que, o no lo permiten o no hacen nada para instaurarlo ya que realmente no es una festividad religiosa si no pagana. Por ejemplo en Chileo en 1816, el gobernador Casimiro Marcó del Pont los prohibió. Citamos textual su orden: Teniendo acreditada por la experiencia, las fatales y frecuentes desgracias que resultan de los graves abusos que se ejecutan en las calles y plazas de esta Capital en los días de Carnestolendas principalmente por las gentes que se apandillan a sostener entre sí los risibles juegos y vulgaridades de arrojarse agua unas a otras; y debiendo tomar la más seria y eficaz providencia que estirpe de raíz tan fea, perniciosa y ridícula costumbre; POR TANTO ORDENO Y MANDO que ninguna persona estante, habitante o transeúnte de cualquier calidad, clase o condición que sea, pueda jugar los recordados juegos u otros, como máscaras, disfraces, corredurías a caballo, juntas o bailes, que provoquen reunión de gentes o causen bullicio...

https://vivapozaricav.blogspot.mx/







No hay comentarios.:

Publicar un comentario